El descubrimiento de cualquier forma de vida extraterrestre sería uno de los mayores acontecimientos en la historia de la humanidad. Fuera vida inteligente o no, cambiaría de forma radical la percepción personal de cada uno y la de nuestro lugar en el universo. De eso están seguros todos los científicos y pensadores reunidos por la Royal Society Británica en Londres para analizar la fase actual de los esfuerzos para detectar vida extraterrestre y las consecuencias que tendría esta detección para la ciencia y la sociedad. En la reunión se propuso una nueva escala, la escala de Londres, para evaluar cualquier anuncio de vida extraterrestre. El análisis de las posibles consecuencias varía más. Se pueden esperar reacciones de miedo y alboroto, pero también de calma y placer, dependiendo de cómo sea la forma de vida descubierta y la distancia a la que se encuentre, señala Albert Harrison, de la Universidad de California. Como los métodos influyen tanto en los posibles hallazgos, los descubrimientos más probables son de vida microbiana o similar en nuestro Sistema Solar, o de transmisiones electromagnéticas desde algún punto mucho más distante. En ambos casos, serían hallazgos sensacionales pero minimalistas, que no afectarían a la vida cotidiana.
El paleontólogo y experto en evolución Simon Conway Morris, de la Universidad de Cambridge, se prepara para lo peor. Así tituló su intervención en la reunión de Londres. Las biosferas extraterrestres pueden ser muy similares a la terrestre y entonces sería inevitable que emergiera la inteligencia, y nos encontraríamos con civilizaciones parecidas a las nuestras, con todas sus características negativas. Conway esgrime argumentos evolutivos para señalar que este escenario le parece muy poco probable. El opuesto, por el que se inclina, es que estamos completamente solos en el Universo.
Sin embargo, el cambio de paradigma que supuso desde 1992 la detección de planetas fuera del Sistema Solar (ya van 500 identificados) hace pensar a muchos que las generaciones actuales pueden llegar a ver la firma de la vida en otro lugar distinto de la Tierra. Aunque "la astrobiología es el estudio de las cosas que no existen", según una cínica definición muy popular en el mundo científico, su convergencia con el veterano enfoque SETI (programas de búsqueda de inteligencia extraterrestre) es un hecho y marca la nueva fase.
SETI, que intenta detectar señales extraterrestres, cumplió 50 años en 2010 sin conseguir su objetivo. Frank Drake, su impulsor, piensa que es preciso mantener una gran amplitud de miras sobre dónde y qué buscar, y reconoce que las hipótesis utilizadas hasta ahora han sido ingenuas. La búsqueda ya se ha ampliado de las ondas de radio a las señales ópticas e infrarrojas, pero Drake cree que mientras no se puedan detectar directamente "las luces de las ciudades por la noche" en otras civilizaciones, dependemos de que éstas quieran dar pruebas de su existencia con potentes emisiones intergalácticas. Siempre optimista, se pregunta: "¿Existirá una red de civilizaciones intercomunicadas, una versión real del Internet galáctico mítico?"
Cuando se quiere buscar vida directamente y no por sus manifestaciones, el principal escollo es que no se sabe qué buscar exactamente, ya que no se conoce el origen de la vida en la Tierra y tampoco se sabe si la vida fuera sería similar. Que la biología sea tan universal como la física y la química no es algo demostrado, aunque en el Universo exista un número sorprendentemente grande de los ladrillos de la vida basada en el carbono (las moléculas básicas de la bioquímica terrestre). Los expertos británicos en ciencias espaciales Martin Dominik y John Zarnecki se preguntan si podríamos siquiera concebir formas de vida mucho más avanzadas evolutivamente que la nuestra, lo mismo que una ameba no podría imaginar a un ser humano.
Los métodos químicos para detectar vida, como la medida de isótopos, son los mejores, asegura Collin Pillinger, que dirigió el fallido intento de la sonda Beagle 2 en Marte. Y Paul Davies, que participó en el reciente y controvertido estudio de la NASA de una bacteria que vive de arsénico, muestra su lado más imaginativo, con una propuesta para detectar una posible biosfera en la sombra en la Tierra. Si la vida hubiera surgido más de una vez en la historia terrestre, quedaría demostrada la hipótesis de que la vida no es el fruto de una casualidad sino que es un imperativo cósmico, propugnada por el premio Nobel Christian de Duve, que también participó en la reunión de Londres. Davies propone buscar la vida espejo, con quiralidad opuesta.
"Hasta ahora no existen pruebas científicas a favor o en contra de la existencia de vida fuera de la Tierra", recuerdan Dominik y Zarnecki. "Todos los argumentos sobre si la vida es algo común y universal o si vivimos en un lugar único en el cosmos están más bien basados en creencias y suposiciones filosóficas".
El paleontólogo y experto en evolución Simon Conway Morris, de la Universidad de Cambridge, se prepara para lo peor. Así tituló su intervención en la reunión de Londres. Las biosferas extraterrestres pueden ser muy similares a la terrestre y entonces sería inevitable que emergiera la inteligencia, y nos encontraríamos con civilizaciones parecidas a las nuestras, con todas sus características negativas. Conway esgrime argumentos evolutivos para señalar que este escenario le parece muy poco probable. El opuesto, por el que se inclina, es que estamos completamente solos en el Universo.
Sin embargo, el cambio de paradigma que supuso desde 1992 la detección de planetas fuera del Sistema Solar (ya van 500 identificados) hace pensar a muchos que las generaciones actuales pueden llegar a ver la firma de la vida en otro lugar distinto de la Tierra. Aunque "la astrobiología es el estudio de las cosas que no existen", según una cínica definición muy popular en el mundo científico, su convergencia con el veterano enfoque SETI (programas de búsqueda de inteligencia extraterrestre) es un hecho y marca la nueva fase.
SETI, que intenta detectar señales extraterrestres, cumplió 50 años en 2010 sin conseguir su objetivo. Frank Drake, su impulsor, piensa que es preciso mantener una gran amplitud de miras sobre dónde y qué buscar, y reconoce que las hipótesis utilizadas hasta ahora han sido ingenuas. La búsqueda ya se ha ampliado de las ondas de radio a las señales ópticas e infrarrojas, pero Drake cree que mientras no se puedan detectar directamente "las luces de las ciudades por la noche" en otras civilizaciones, dependemos de que éstas quieran dar pruebas de su existencia con potentes emisiones intergalácticas. Siempre optimista, se pregunta: "¿Existirá una red de civilizaciones intercomunicadas, una versión real del Internet galáctico mítico?"
Cuando se quiere buscar vida directamente y no por sus manifestaciones, el principal escollo es que no se sabe qué buscar exactamente, ya que no se conoce el origen de la vida en la Tierra y tampoco se sabe si la vida fuera sería similar. Que la biología sea tan universal como la física y la química no es algo demostrado, aunque en el Universo exista un número sorprendentemente grande de los ladrillos de la vida basada en el carbono (las moléculas básicas de la bioquímica terrestre). Los expertos británicos en ciencias espaciales Martin Dominik y John Zarnecki se preguntan si podríamos siquiera concebir formas de vida mucho más avanzadas evolutivamente que la nuestra, lo mismo que una ameba no podría imaginar a un ser humano.
Los métodos químicos para detectar vida, como la medida de isótopos, son los mejores, asegura Collin Pillinger, que dirigió el fallido intento de la sonda Beagle 2 en Marte. Y Paul Davies, que participó en el reciente y controvertido estudio de la NASA de una bacteria que vive de arsénico, muestra su lado más imaginativo, con una propuesta para detectar una posible biosfera en la sombra en la Tierra. Si la vida hubiera surgido más de una vez en la historia terrestre, quedaría demostrada la hipótesis de que la vida no es el fruto de una casualidad sino que es un imperativo cósmico, propugnada por el premio Nobel Christian de Duve, que también participó en la reunión de Londres. Davies propone buscar la vida espejo, con quiralidad opuesta.
"Hasta ahora no existen pruebas científicas a favor o en contra de la existencia de vida fuera de la Tierra", recuerdan Dominik y Zarnecki. "Todos los argumentos sobre si la vida es algo común y universal o si vivimos en un lugar único en el cosmos están más bien basados en creencias y suposiciones filosóficas".
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