Las alteraciones del ADN son un mecanismo natural: el organismo humano las genera en un orden de entre una y dos alteraciones cada 2.000 células. Tras recibir una dosis de 100 mSv, el organismo multiplica ese ritmo por cinco: produce entre cinco y diez alteraciones cada 2.000 células. Y estas células que realizan alteraciones tras haber recibido radiactividad tienden al error: se multiplican replicando el código genético con ligeros desajustes que pueden propiciar un proceso cancerígeno. En estos casos, la enfermedad suele tardar entre cinco y diez años en concretarse.
La situación de los empleados ilustra la complejidad de cómo la radiactividad afecta al organismo: libera energía en el interior del cuerpo desajustando el funcionamiento normal de las células. Es el único fenómeno que puede medirse; una vez recibida esa energía las consecuencias se mueven entre la probabilidad y la incertidumbre, hasta el punto de que no pueden descartarse otros efectos todavía desconocidos de la exposición a bajas dosis de radiactividad. "Solo sabemos lo que hemos podido aprender básicamente de los supervivientes de Hiroshima y Nagasaki, de Chernóbil", detalla Barquinero. "Y a partir de ahora... de lo que les ocurra a los empleados que trabajan en Fukushima".
Fuente: Periódico digital 'El mundo'.
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